"No son sólo memoria, son vida abierta, son camino que empieza y que nos llama" Cirsemaia/Viglietti
Mis padres, Sebastian Llorens y Diana Triay, militantes del PRT/ERP, fueron secuestrados el 9 de diciembre de 1975, estuvieron desaparecidos desde entonces…Tenia 1 año y medio cuando los secuestraron, y mi hermano Joaquín apenas 3 meses. Gracias a personas que nos cuidaron amorosamente y que aún había vestigios de justicia en nuestro país nosotros fuimos devueltos a nuestra familia.
Crecimos en el miedo, en el dolor, en la incertidumbre, en el amor y la bronca de la ausencia…
Al crecer y preguntar nos encontramos con preguntas sin respuestas... ¿Estaban muertos? Si la muerte es una pregunta ancestral que nos hacemos los humanos, ¿qué es la no muerte? ¿Qué es el desaparecido? ¿Qué es esta ausencia sin certezas….?
Y cuando a esas preguntas hay silencios, cuando a esas preguntas hay cinismos siniestros, “el desaparecido no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido”… La desaparición era una incertidumbre que carcomía las entrañas… Mi abuela soñó, hasta su muerte, con timbres, timbres que en la madrugada sonaban y alimentaban la esperanza de volver a abrazar a su hija.
Cuando tuvimos 20 años participamos en la fundación de H. I. J. O. S., asumimos nuestra mayoría de edad y la construcción de nuestras identidades en nuestras manos, y las preguntas se hicieron reclamos, luchas por la memoria y la justicia.
Hoy también nuestros hijos son una fuerza para seguir buscando. Sus preguntas siguen denunciando una historia que de tanta crueldad es tan difícil de explicar y de comprender. Una mañana mi hijo de 8 años amaneció preguntando “Yo ya eso de los militares lo entendí, pero decime mamá, los huesitos, ¿dónde están los huesitos de los abuelos? Y luego, cuando salíamos de hacer una declaración en el juzgado, siguió preguntando: “Entonces, ¿no sabemos dónde están? ¿Pueden estar en cualquier lado? ¿Pueden estar acá, debajo de la vereda?”.
Al final mi hijo tenía razón… los “huesitos de los abuelos” podían estar en cualquier lado…. En octubre del 2012 los restos de Sebastián y Diana aparecen… salen a la luz, en el lugar menos pensado, a orillas del río La Matanza, al borde de la avda. La Noria, al borde del barrio Sarmiento… La vida, la verdad y la justicia, por más que quieran desaparecerla o asesinarla, siempre encuentran la grieta por donde seguir brotando...
El amor y la lucha de Diana y Sebastián, que los mantuvieron unidos aún en la muerte, siguieron latiendo bajo la tierra…. En ese descampado donde los arrojaron al lado del camino, en medio de lagunas que fueron rellenándose de escombros, desde el año 2008 viene creciendo el Barrio Sarmiento, donde 700 familias, principalmente de inmigrantes y campesinos del interior, vienen enfrentando la exclusión y construyendo un futuro digno para sus hijos. Los “huesitos” como semillas estuvieron creciendo barrio. Y desde este barrio comienzan a ser rescatados de la desaparición, empiezan a transitar el camino que los devuelve a la muerte.
Fueron niños de este barrio los que ocasionalmente encuentran restos humanos y uno de los pobladores se anima a denunciarlo, la policía forense los retira el 26 de octubre del 2012 y el Equipo de Antropología Forense identifica el 1 de marzo del 2013 entre los cuatro cuerpos encontrados, a los de mis padres. El Juez Dr. Rafecas, con una resolución de una lucidez implacable, el viernes 3 de mayo declara públicamente que ya no son más desaparecidos, que son muertos, que son asesinados por las mafias organizadas entre el ejército, la policía y la triple A, que venía operando desde antes del proceso, con los mismos procedimientos y la misma crueldad que los caracterizó en la dictadura.
El encontrarnos con esta certeza abre puertas. Una es la posibilidad tangible de la despedida, el poder llorar a nuestros muertos, uno de los derechos humanos innegables ya enunciados desde la tragedia de Antígona, el derecho al duelo. Mi abuela paterna, Nelly Ruiz de Llorens, que sigue luchando con sus 92 años, puede luego de tantas pérdidas y tantas búsquedas infructuosas, despedirse de su hijo. Y podemos despedirnos los hijos, los hermanos, las hermanas, los sobrinos, las sobrinas, las tías abuelas, los primos, los nietos, las nietas, los compañeros, los vecinos… Toda una sociedad que necesita poder despedirse.
Esta despedida implica emociones ambiguas y aparentemente contradictorias, porque es a la vez encuentro y despedida. El encuentro produce una “extraña alegría”, como dijo mi tío Bernardo, la alegría de encontrar la verdad de lo ocurrido luego de tantas tinieblas e incertidumbres. Una emoción indescriptible de verlos nuevamente a través de lo que sus restos nos hablan. Y el dolor de la pérdida que vuelve a hacerse presente, el duelo con toda la intensidad, “como si se hubieran muerto ayer…”
Las puertas de la justicia se abren un poco más, hay caminos para investigar, al haber cuerpos que delatan, hay centros clandestinos que pueden ser señalados, hay asesinos que pueden ser revelados, y que podrán tener el juicio y el destino que les corresponda.
Este encuentro con Sebastián y Diana nos enfrenta, a su vez, a las tramas invisibles de la vida, a esas coincidencias significativas que nos iluminan… En el Barrio Sarmiento donde fueron hallados sus restos, los vecinos desde el comienzo cuentan con el apoyo de SERCUPO (Servicio a la Cultura Popular) organización que forma parte del Movimiento Nacional Campesino Indígena. El trabajo de SERCUPO consiste básicamente en apoyar la formación y capacitación en torno a la defensa y exigibilidad de derechos, formación de grupos de trabajo, conformación y puesta en marcha de un centro comunitario, etc.
Y es justamente en el Movimiento Campesino, donde, junto con mi esposo, César Marchesino, venimos participando desde hace un par de años, compartiendo saberes, luchas, resistencias… Meses antes de que fueran encontrados los restos de Sebastián y Diana, César caminó las calles del barrio, entrevistó a los vecinos y volvió a casa conmovido de la fuerza para construir futuros sobre tantas injusticias.
Los compañeros del barrio y del Movimiento Campesino nos han seguido acompañando ahora, nos abrieron los brazos y nos consolaron cuando los familiares fuimos a reconocer la tierra que los había acogido durante tantos años, y en el encuentro con ellos, en las palabras, en los sueños compartidos, el dolor se fue mitigando. Como dijo una de las compañeras “para nosotros este hallazgo es doblemente importante. Por un lado es la posibilidad dolorosa y esperanzada a la vez de que los familiares tengan la oportunidad de despedir a sus muertos. Por el otro significa que Diana y Sebastián, entre muchos otros, no lucharon en vano ya que aquí estamos nosotros continuando la lucha por nuestros derechos, derechos básicos como la vivienda, la salud, la educación, la identidad”
Los desaparecidos son un duelo que necesita realizar toda la sociedad, por este motivo, el 28 de mayo, en un acto público, el Secretario de Derechos Humanos, Martin Fresneda restituirá los restos de Sebastián Llorens y Diana Triay. El acto se realizará en el Centro Comunitario “Los sin techo” del Barrio Sarmiento, Partido de Esteban Echeverría, como un modo simbólico de unir las luchas del pasado y el presente, que más allá de todos los intentos de acallarlas, "desaparecerlas" o asesinarlas, resurgen con toda la fuerza de la verdad y la justicia.
En Córdoba, realizaremos una despedida pública el 31 de mayo, en la Universidad Nacional de Córdoba, la casa que los acogió en la juventud y que hoy los sigue acompañando.
“…he de hacer que la voz vuelva a fluir por los huesos y haré que vuelva a encarnarse el habla después de que se pierda este tiempo y un nuevo tiempo amanezca”…
Himno Guara